Dos tormentas, un mismo cielo: Pubertad y menopausia en el lazo madre-hija
Hay momentos en la vida en los que la biología y la psicología parecen ponerse de acuerdo para retarnos con toda su fuerza. Uno de esos momentos ocurre cuando una hija atraviesa la pubertad mientras su madre vive la perimenopausia o la menopausia. Dos tormentas hormonales, emocionales y energéticas que chocan bajo el mismo techo. En este artículo exploraremos qué ocurre en cada etapa, qué papel juega la pituitaria como “tercer ojo” y cómo navegar este lazo psicoenergético con más conciencia y compasión.
1. Dos tormentas frente a frente
La hija (pubertad):
Hormonas: subida explosiva de estrógeno y progesterona.
Psique: busca diferenciarse, construir identidad. “¿Quién soy yo fuera de mi madre?”
Energía: expansión hacia afuera: rebeldía, curiosidad, caos creativo.
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La madre (peri/menopausia):
Hormonas: bajones y subidas caóticas de estrógeno y progesterona.
Psique: reevaluación de roles, crisis de propósito. “¿Quién soy yo ahora?”
Energía: implosión hacia adentro: introspección, necesidad de pausa y silenc
2. El lazo psicoenergético madre-hija
Existe una resonancia emocional intensa:
La madre siente visceralmente la angustia de su hija.
La hija absorbe, sin darse cuenta, la tensión no expresada de su madre.
Esto genera un bucle reactivo: rebeldía vs. sensación de pérdida de control, ansiedad vs. irritabilidad. Muchas veces también afloran patrones heredados de la relación madre-abuela.
3. La pituitaria: director de orquesta y tercer ojo
Función biológica: regula FSH y LH, orquestando tanto el inicio de la pubertad como el cierre de la fertilidad en la menopausia.
Función simbólica: asociada al chakra Ajna, rige la intuición y la visión interna. En la hija, su intuición apenas nace; en la madre, se pule y madura.
4. Identidad e intuición en choque
Hija: identidad en construcción, intuición incipiente, mirada hacia afuera.
Madre: identidad en reinvención, intuición madura, mirada hacia adentro.
5. Cómo navegar las tormentas juntas
Nombrar al elefante hormonal. Decir “es mi cambio” abre la empatía.
Compasión radical. Primero contigo misma, luego con la otra.
Crear espacios propios. Respetar tiempos y silencios.
Honrar ambas intuiciones. Una guía incipiente y otra más sabia.
Rituales nuevos. Redefinir cómo conectar: caminatas, ver una serie, pintar juntas.
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La hija aprende a usar su poder; la madre a encarnar su sabiduría. Dos tormentas que, si se miran con conciencia, pueden transformarse en el inicio de un vínculo más profundo, auténtico y libre.